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Una salida difícil.

         La habitación parecía oscura a pesar del sol que entraba por el amplio ventanal. Parecía fría, a pesar de las altas temperaturas de mediados de Mayo. Nada parecía animarle, a pesar de tener internet, play station, múltiples libros, su música, su cuaderno de dibujo, su diario... nada era capaz de ayudarle a sobrellevar aquella situación. Su habitación, su santuario, su refugio que durante años había tenido como una gran coraza que lo protegía del mundo exterior, cada vez era más frágil y se desquebrajaba. Los cimientos de la seguridad que había albergado durante años, se desmoronaban cada día que pasaba desde hacía casi un año.         La relación entre sus padres se hacía insoportable a medida que avanzaban las semanas. Hacía mucho que debían haberse separado: cada grito, portazo, reproches, insultos... Seguía sin entender como era posible que siguieran viviendo bajo el mismo techo. No era sano para ninguno de los tres: el aire en el ambiente cada vez era más denso, cualquier

El grito ahogado.

    La temperatura había bajado drásticamente. Sabía qué lo había provocado y no era la temperatura del exterior, que hubiera bajado de repente, sino que era su propio cuerpo dando paso al miedo. El motivo, era el ruido en el piso de arriba. Pum... Pum... Pum... Pum... A medida que aquel ruido se acercaba, su respiración se volvía más agitada, su pulso se aceleraba y su cuerpo comenzaba a temblar. Cerró fuerte los ojos conteniendo las ganas de salir corriendo, de gritar y no volver nunca a aquel lugar pero no podía hacerlo ya que había hecho una promesa, un juramento, unos votos.          Desde hacía algunos meses ese ruido se había convertido en su peor pesadilla, en su sufrimiento y en su calvario. ¿Por cuánto tiempo más tendría que soportar aquella situación? Pum... Pum... Pum... Pum...  Cada vez más cerca.         Promesas y más promesas era lo que obtenía cuando suplicaba que parase, que no tenía la culpa de lo que había sucedido y que no era justo que tuviera que pagarlo.       

La muerte en vida

                Los primeros rayos del sol entraban por la ventana, la luz tocaba su rostro y esto hizo que abriera los ojos sobresaltada. Se incorporó en la cama agitada y nerviosa. No sabía donde estaba, nada le resultaba familiar. Sus pies tocaron el suelo en busca de la puerta para salir de aquella estancia. Golpeó la puerta con las pocas fuerzas de las que disponía pero esta no cedía. Buscó la ventana pero también estaba cerrada. Gritó a las personas que paseaban por el extenso jardín pero nadie se inmutó. Nadie miraba hacia donde se encontraba: volvía a gritar pero sus pulmones se agotaban, golpeaba el cristal pero quedaba sin fuerzas. No entendía porque le pasaba aquello, tan sólo era una niña. ¿Por qué le costaba respirar? ¿Por qué se agotaba? Retrocedió y a su izquierda, en la pared se miró en un espejo. ¿Qué era aquello que veían sus ojos? Giró rápidamente creyendo que lo que estaba viendo era otra persona, alguien más estaba con ella en la habitación pero no fue así. Volvió